La
personalidad de Valle Inclán es sumamente compleja: soñador, aficionado a los
cuentos y leyendas galaicas, a las gestas heroicas y a los ideales utópicos,
enemigo de toda vulgaridad y oportunismo.
Se
sentía atraído por lo irracional y esotérico. En sus obras nos ha dejado
abundantes muestras de su interés y fascinación por los fenómenos
sobrenaturales y la cábala. En muchos aspectos es un típico escritor de fin de
siglo pero siempre original.
Con su curioso ceceo llevaba la voz cantante
en las tertulias y le gustaba mostrarse independiente y altivo como un
"enfant terrible" que se distinguía además por su vestimenta. Para
Gómez de la Serna "era la mejor máscara a pie que cruzaba la calle de
Alcalá" y el dictador Primo de Rivera lo calificó de "eximio escritor
y extravagante ciudadano". En conjunto, como han destacado muchos de sus
contemporáneos, llevaba "una vida teatral que se desarrollaba detrás de
una máscara".
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