viernes, 9 de mayo de 2014

Obra de Valle-Inclán

Obra

     La actividad literaria de Valle-Inclán comienza con la publicación de algunos pequeños textos en Santiago de Compostela. Poco a poco extendería su obra a varios géneros de la narrativa como el relato, las crónicas, la novela, el teatro o la poesía lírica.

Narrativa

    Su producción narrativa se inicia en el modernismo. Su primera obra es: Femeninas, colección de relatos sutiles, sensuales y muy musicales. Más adelante llevará a cabo todo un monumento del modernismo: las Sonatas  -Sonata de otoño (1902), Sonata de estío (1903), Sonata de primavera (1904) y Sonata de invierno (1905)- que tardaran tres años en salir. Es con ellas con las que inicia su carrera de escritor. En ellas relata, de forma autobiográfica, los amores del Marqués de Bradomín (un Don Juan ochecentista, cínico y sensual). En estos relatos, Valle-Inclán representa una nostalgia típica en los discípulos de Rubén Darío (padre del modernismo, quien lo llevó de Latinoamérica a España).

      Escribe una de las mejores y más importantes obras en toda la prosa modernista hispana: Flor de santidad. Esta obra, sin huir del modernismo, se centra un poco más en las tradiciones populares y leyendas gallegas con las que Valle se familiarizó en su infancia.
Por la cantidad de diálogos, algunas de sus obras narrativas, como el ciclo de las Comedias bárbaras, podrían considerarse dramáticas. Al revisarlas y comprender la dificultad de representarlas se las incluye entre sus novelas.

     Otra vertiente de la novelística de Valle-Inclán queda plasmada en los Relatos de la Guerra Carlista (1909), donde ofrece un tratamiento nuevo de esta temática, raspando el efectismo épico dominante en obras anteriores del autor y adoptando un estilo más sobrio, entrañable y lleno de emoción.

     En la serie de novelas El ruedo ibérico se burla de la corte de Isabel II y presenta ya la orientación crítica y grotesca que predominan en sus últimas creaciones.

Tirano Banderas. Novela de tierra caliente (1926) narra la caída del dictador sudamericano Santos Banderas, un  personaje cruel que mantiene el poder gracias al terror y a la opresión. Es una descripción de la sociedad sudamericana y uno de los primeros ejemplos de la llamada «novela de dictador».




     Estas novelas marcan un cambio en la postura estética de Valle-Inclán, acercándose un poco a las preocupaciones y críticas propias de la generación del 98.

Poesía

    Su obra poética está reunida en la trilogía Claves líricas (1930), formada por Aromas de leyenda. Versos en loor a un santo ermitaño, El pasajero y La pipa de Kif.



     Versos en loor a un santo ermitaño (1907), recibe la influencia del Modernismo. Consta de catorce poemas de métrica variada en los que recrea diversos aspectos de su Galicia natal: descripciones del paisaje, trabajos cotidianos etc.

     El pasajero (1920)  se desarrolla en treinta y tres composiciones con distintos temas como: la muerte, el dolor, la vida, la pasión, la eternidad, etc.

Con La pipa de Kif (1919) da paso en sus poemas a lo grotesco, a lo esperpéntico. Esta obra se ha definido como una colección de estampas trágico-humorísticas.


Teatro

    En relación al teatro y a las artes escénicas Valle-Inclán fue actor, adaptador, traductor, escenógrafo, director teatral, productor teatral y sobre todo, dramaturgo. Escribió numerosas obras de teatro y desde sus comienzos literarios mostró una atracción por el mundo del escenario. El teatro de Valle-Inclán suele dividirse en cinco períodos:

Ciclo modernista. A él pertenecen obras como El marqués de Bradomín (1906) y El yermo de las almas (1908).

Ciclo mítico. Partiendo de su Galicia natal, crea un mundo mítico e intemporal. La irracionalidad, la violencia, la lujuria, la avaricia y la muerte rigen los destinos de los protagonistas. Pertenecen a este período la trilogía Comedias bárbaras y Divinas palabras (1920).


Ciclo de la farsa. Se trata de un grupo de comedias recogidas en un volumen titulado Tablado de marionetas para educación de príncipes (1909, 1912, 1920). Estas obras presentan un continuo contraste entre lo sentimental y lo grotesco, y sus personajes, marionetas de feria, anuncian la llegada del esperpento.




Ciclo esperpéntico. Está formado por Luces de bohemia (1920 y 1924) y el volumen titulado Martes de Carnaval (1930). El esperpento, más que un género literario, es una nueva forma de ver el mundo, ya que de forma y distorsiona la realidad para presentarnos la imagen real que se oculta tras ella. Para ello utiliza la parodia, humaniza los objetos y los animales y animaliza o cosifica a los humanos. Presentados de ese modo, los personajes carecen de humanidad y se presentan como marionetas.




Ciclo final. En esta última etapa Valle-Inclán lleva a su extremo las propuestas dramáticas anteriores: presencia de lo irracional e instintivo, personajes deshumanizados, esquematizados, y la técnica distorsionante del esperpento. Sus obras quedan recogidas en Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte.
Valle-Inclán muestra una clara oposición al teatro realista, costumbrista y de corte burgués que tanto éxito tenía en los escenarios, cuyos máximos exponentes en ese momento eran Jacinto Benavente y los hermanos Álvarez Quintero.

Traducciones

Realizó numerosas traducciones. Del portugués: La reliquia, El crimen del Padre Amaro y El primo Basilio, de Eça de Queiroz; del francés: La condesa de Romaní, de Alejandro Dumas y Las chicas del amigo Lefèvre, de Paul Alexis; y del italiano: Flor de pasión, de Matilde Serao.


El género del esperpento en Valle-Inclán

El esperpento como auténtico género dramático hace su aparición en 1920 con la obra Luces de Bohemia. La metáfora conceptual de este nuevo género teatral partió de una localización real; se encontraba por entonces un comercio de ferretería, situado en la madrileña «calle de Álvarez Gato» (el «callejón del Gato» de Luces de Bohemia), cuya característica más llamativa era la fachada publicitaria, donde se hallaban un espejo cóncavo y otro convexo que deformaban la figura de todo aquel que frente a ellos posase. Esto, que se convirtió en un entretenimiento de la época, sería utilizado por Valle-Inclán como metáfora llevada a la escena teatral y a su narrativa. Así, la deformación de la realidad bien podía ser divertida, como de hecho lo era para los transeúntes, pero podía convertirse en algo más: en un espejo social, en una crítica, en una deformación exagerada de la realidad que devolvía la verdadera imagen que se iba buscando al enfrentarse al espejo.

El esperpento según el propio Valle-Inclán

     Como puede observarse, la idea de esperpento está asociada a una percepción del autor acerca de la mezcla entre grandeza y grotesco que Valle-Inclán considera propia de la sociedad española. Este modo de ver la realidad se empleó en toda su obra a partir de entonces, como en la trilogía esperpéntica que recopila en Martes de Carnaval. Esperpentos, y que contiene a La hija del capitán, Las galas del difunto y Los cuernos de don Friolera.

     Más que un estilo o una técnica teatral, el esperpento es una poética, es decir, una forma de crear, que consiste en retratar hechos y personajes de una determinada manera. Según comenta Valle-Inclán en una conversación con Gregorio Martínez Sierra reproducida en el diario ABC (7 de diciembre de 1928), «hay tres modos de ver el mundo, artística o estéticamente: de rodilla, en pie o levantando el aire»; en el primer modo «se da a los personajes, a los héroes, una condición superior cuando menos a la condición del narrador»; la segunda manera es mirarlos, «como si fuesen ellos nosotros mismos» (como en el teatro de Shakespeare); «y hay otra tercera manera, que es mirar el mundo desde un plano superior y considerar a los personajes de la trama como seres inferiores al autor, con un punto de ironía.

     Los dioses se convierten en personajes de sainete. Esta es una manera muy española, manera de demiurgo, que no se cree en modo alguno hecho del mismo barro que sus muñecos. Valle-Inclán refiere que esperpento, tal como lo ve él, tiene sus precedentes artísticos y estéticos en la literatura de Francisco de Quevedo y en la pintura de Francisco de Goya. «Y esta consideración es la que me movió a dar un cambio en mi literatura y a escribir los "esperpentos", el género literario que yo bautizo con el nombre de "esperpentos". El mundo de los "esperpentos" -explica uno de los personajes de Luces de Bohemia- es como si los héroes antiguos se hubiesen deformado en los espejos cóncavos de la calle, con un transporte grotesco, pero rigurosamente geométrico. Y estos seres deformados son los héroes llamados a representar una fábula clásica no deformada. Son enanos y patizambos que juegan una tragedia. Y con este sentido los he llevado a Tirano Banderas y a El ruedo ibérico.

Características del esperpento

- Lo grotesco como forma de expresión: la degradación de los personajes, los personajes, reducidos a meros muñecos, la animalización o fusión de formas humanas y animales, frecuentemente investido de todo tipo de intertextualidades, el abuso del contraste, la mezcla de mundo real y de pesadilla  y la distorsión de la escena exterior.

-  La deformación sistemática de la realidad: la apariencia de burla y caricatura de la realidad. 

- El significado profundo, semi transparente, cargado de crítica e intención satírica que constituye la auténtica lección moral.

- La presencia de la muerte como personaje fundamental.

    Esta técnica teatral hizo de Valle-Inclán un precedente cinematográfico, debido a los continuos cambios de escenario.

   La degradación del esperpento afecta a ambientes y personajes. Los escenarios dominantes son tabernas burdeles, antros de juego, interiores míseros, calles inseguras de Madrid. Por las piezas deambulan borrachos, prostitutas, pícaros, mendigos, artistas fracasados, bohemios, presentados como marionetas sin voluntad.

     Una de las reflexiones más importantes que plantea la creación esperpéntica es si se trata de una imagen deformada de la realidad, o si se trata de la imagen fiel de una realidad deforme.

Valle-Inclán pertenece a las siguientes corrientes literarias:

     El Modernismo o Decandentismo surgió en los últimos años del siglo XIX en Europa y en América. Las incipientes corrientes del pensamiento finisecular tenían la intención de renovar la situación social y política, así como las tendencias artísticas del momento, es decir, Realismo y Naturalismo. En un principio el término “modernista” tuvo carácter despectivo ya que era utilizado por aquellos que se oponían a las novedades, pero con el tiempo pasó a designar, sin ninguna connotación negativa, a los cultivadores de esta nueva tendencia.

     Puede decirse que el Modernismo empieza a gestarse en los primeros años de la década de los 80 del siglo XIX. Su desarrollo llegaría hasta la Primera Guerra Mundial. En este periodo se producen acontecimientos como la crisis y el desastre del 98 para España. El año 1898 significó para España la pérdida definitiva de todas sus antiguas colonias americanas. Sin embargo, en 1898 no perdió tanto territorio (Cuba y Puerto Rico en América y Filipinas en Asia) como durante el reinado de Fernando VII de España.

      Hay que destacar que la literatura en español desde finales del siglo XIX no tiene su centro de irradiación en España como ocurría en siglos anteriores. En el caso del Modernismo, además, hay que decir que es un movimiento que más bien surge en América. La entrada del Modernismo en España se produjo en 1892 con la llegada de Rubén Darío. El Modernismo en España es incomprensible sin ponderar la aportación de la literatura americana. No hay consenso en la actualidad para el debate “entre los que perciben el Modernismo como opuesto a la Generación del 98 y los que proponen un punto de vista más ancho o "epocal" de la cultura española finisecular”.

     El Modernismo supuso también renovación y rebeldía frente a la literatura imperante en la época. Los modernistas innovaron para encontrar otros temas y formas que estuvieran más acordes con sus inquietudes. Una gran influencia para el Modernismo fueron estas dos corrientes literarias francesas: Parnasianismo y Simbolismo. La ruptura modernista también tiene su origen en la crisis espiritual generalizada de finales del XIX, con distintas características a ambos lados del Atlántico. El Modernismo ha sido nombrado como "rebeldía de soñadores". 

 Los modernistas españoles, fueron influidos principalmente por el Modernismo hispanoamericano, aunque también lo fueron por los parnasianos y simbolistas franceses. Uno de los sucesos más importantes para la España de la época fue, como se ha dicho, el Desastre del 98.

La generación del 98

     Es el nombre con el que se ha reunido tradicionalmente a un grupo de escritores, ensayistas y poetas españoles que se vieron profundamente afectados por la crisis moral, política y social acarreada en España por la derrota militar en la guerra hispano-estadounidense y la consiguiente pérdida de Puerto Rico, Guam, Cuba y las Filipinas en 1898. Todos los autores y grandes poetas englobados en esta generación nacen entre 1864 y 1876.

    Se inspiraron en la corriente crítica del canovismo denominada regeneracionismo y ofrecieron una visión artística en conjunto en La generación del 98. Clásicos y modernos.

Los autores mantuvieron, al menos al principio, una estrecha amistad y se opusieron a la España de la Restauración. Lo indiscutible es que comparten una serie de puntos en común:

1. Distinguieron entre una España real miserable y otra España oficial falsa y aparente. Su preocupación por la identidad de lo español está en el origen del llamado debate sobre el Ser de España, que continuó aún en las siguientes generaciones.

2. Sienten un gran interés y amor por la Castilla miserable de los pueblos abandonados y polvorientos; revalorizan su paisaje y sus tradiciones, su lenguaje castizo y espontáneo. Recorren las dos mesetas escribiendo libros de viajes, resucitan y estudian los mitos literarios españoles y el Romancero.

3. Rompen y renuevan los moldes clásicos de los géneros literarios, creando nuevas formas en todos ellos. En la narrativa, la nivola unamuniana, la novela impresionista y lírica de Azorín, que experimenta con el espacio y el tiempo y hace vivir al mismo personaje en varias épocas; la novela abierta y disgregada de Baroja, influida por el folletín, o la novela casi teatral y cinematográfica de Valle-Inclán. En el teatro, el esperpento y el expresionismo de Valle-Inclán o los dramas filosóficos de Unamuno.

4. Rechazan la estética del Realismo y su estilo de frase amplia, de elaboración retórica y de carácter menudo y detallista, prefiriendo un lenguaje más cercano a la lengua de la calle, de sintaxis más corta y carácter impresionista; recuperaron las palabras tradicionales y castizas campesinas.

5. Intentaron aclimatar en España las corrientes filosóficas del Irracionalismo europeo, en particular de Friedrich Nietzsche (Azorín, Maeztu, Baroja, Unamuno), Arthur Schopenhauer (especialmente en Baroja), Sören Kierkegaard (en Unamuno) y Henri Bergson (Antonio Machado).

6. El pesimismo es la actitud más corriente entre ellos y la actitud crítica y descontentadiza les hace simpatizar con románticos como Mariano José de Larra, al que dedicaron un homenaje.

7. Ideológicamente comparten las tesis del Regeneracionismo, en particular de Joaquín Costa, que ilustran de forma artística y subjetiva.

8. Ofrecen un carácter subjetivo en sus obras. La subjetividad toma mucha importancia en la Generación del 98 y en el modernismo .

     Por un lado, los intelectuales más modernos, secundados a veces por los propios autores criticados, sostenían que la generación del 98 se caracterizó por un aumento del egotismo, por un precoz y morboso sentimiento de frustración, por la exageración neorromántica de lo individual y por su imitación servil de las modas europeas del momento.
Por otra parte, para los escritores de la izquierda revolucionaria de los años treinta, la interpretación negativa de la rebeldía noventayochista se une a una fundamentación ideológica: el espíritu de protesta responde al sarampión juvenil de un sector de la pequeña burguesía intelectual, condenado a refluir en una actitud espiritualista y equívoca, nacionalista y anti progresiva.
Los problemas a la hora de definir a la generación del 98 siempre han sido (y son) numerosos ya que no se puede abarcar la totalidad de experiencias artísticas de una extensa trayectoria temporal. La realidad del momento era muy compleja y no permite entender la generación basándose en la vivencia común de unos mismos hechos históricos. Esto se debe a un triple motivo:

1. La crisis política de finales del siglo XIX afectó a bastantes más escritores que los englobados en la generación del 98.

2. No se puede restringir la experiencia histórica de los autores nacidos entre 1864 y 1875 (fechas de nacimiento de Unamuno y Machado) al resentimiento nacionalista producido por la pérdida de las colonias. Se afianzaba además por aquellos años en España una comunidad social y económica casi moderna.

3. El auge del republicanismo y la pugna anticlerical (1900–1910), así como importantes huelgas, sindicalismo, movilizaciones obreras o atentados anarquistas.

Valle-Inclán también formó parte de en la literatura española del género bohemio

     En España existió una bohemia artística y literaria también que se cobijaba en los cafés del último tercio del siglo XIX y el primero del XX. Era la llamada Edad de Plata de la literatura española, en la que convivían al mismo tiempo los escritores realistas y naturalistas con la Generación del 98, los escritores del Novecentismo y la Generación del 27 en los cafés, periódicos y calles de un Madrid "brillante y hambriento", como escribió Ramón del Valle-Inclán, pero también inmisericorde con las ilusiones literarias  de los rebeldes bohemios.

     Formaron parte de esta bohemia casi siempre escritores del decadentismo modernista, como Alejandro Sawa y su hermano, Dório de Gádex, Villaespesa, Emilio, Armando
Buscarini, Ernesto Bark, Pedro Luis de Gálvez, magnífico sonetista ejecutado en 1940; Alfonso Vidal y Planas, el murciano Eliodoro Puche, Valle-Inclán, Rubén Darío, Manuel Machado, Eduardo Zamacois, José Nakens, Rafael Cansinos Assens, Joaquín Dicenta o Pío Baroja. Algunos de ellos han pasado después a la historia de la literatura; otros, justa o injustamente, han sido casi totalmente olvidados.

    El tema de la bohemia está presente en muchas obras literarias de la época. Podemos destacar Luces de bohemia.

Aquí os dejamos unos vídeos en los que se representan algunas de sus obras:


Divinas palabras


Martes de carnaval


Luces de Bohemia


El esperpento




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